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El barbero era la persona cuyo oficio es embellecer y
rasurar la barba de los hombres y por extensión el peluquero especializado en
el género masculino.
La bacía era el recipiente que usaban los barberos para
colocarlo debajo de la persona a la que estaban afeitando para humedecer y
jabonar la barba. Era una vasija cóncava y grande que podía ser de cobre,
hojalata o cerámica, con escotadura semicircular en el borde (para encajarse en
el cuello del cliente).
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhE9G4ALi-N7vqj33HVTW8YyNmVkyjWXu0NIlZUqOIEtg4EpMvDPXjYyshkmmuK-QrrhM2i9L68f4XPtoCW7QmBL81jCZTB3PEgtpVbwdWnoASTm_r-ICR5A7UlHFO2BRjbaBvsnSuDFMM/s1600/IMG_8792.JPG)
El barbero a causa del analfabetismo de la población colgaba
una bacía de hojalata o cobre sobre la puerta de entrada, para que el
establecimiento pudiera ser identificado con una barbería.
Esta profesión es antiquísima, los monumentos antiguos
representan a los egipcios rasurados y con el pelo cortado, y en los papiros se
mencionan a los barberos como individuos que vivían exclusivamente de tal
oficio.
En la segunda mitad del siglo XIX, la barbería era uno de
los puntos o lugares más importantes de cualquier zona rural o urbana en
Extremadura, al igual que en el resto de España.. Éste, además de barbero, era
también sacamuelas, cirujano y sangrador, y a menudo se convertía en confidente
y comunicador de buenas y malas noticias. Este personaje solía ser tan hablador
que en nuestro lenguaje común ha permanecido la expresión “habla más que un
sacamuelas”.
Como curiosidad el sombrero que escoge Don Quijote para
llevar sus andanzas es la bacía de un barbero. Así lo narra Cervantes en el
Capítulo XXI, que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de
Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero.
Fue donado al museo por José Rodríguez Murillo en el año
2009.